viernes, 22 de abril de 2011

EL PRIMER AÑO DEL NIÑO

DESARROLLO DE LA  MOTRICIDAD

El  desarrollo de las habilidades motrices no puede separarse de la evolución psicológica del niño, de la cual es causa y efecto simultáneamente.  Por esto se habla actualmente de psicomotricidad. 

Los estímulos que el niño recibe del exterior  intervienen tan decisivamente en su desarrollo y maduración como las mismas leyes de la evolución biológica.

Las leyes que rigen la maduración antómica del bebé constituyen una condición necesaria pero nunca suficiente para explicar su evolución.  La influencia del medio ambiente es decisiva en su desarrollo, y es difícil distinguir la maduración de un nuevo proceso:  el aprendizaje.

El bebé humano está en franca desventaja con respecto  a los demás mamíferos, a pesar de la situación de la especie en la cúspide de la escala evolutiva:  su capacidad funcional inicial es enormemente limitada, y tampoco posee dotación instintiva suficiente para poder sobrevivir por sí mismo.  Puede decirse por todo ello que existe en el momento del nacimiento, de un estado de prematuración biológica.

LOS   SENTIDOS
 
La Vista:  El recién nacido  ya puede ver los objetos, aunque no consigue todavía enfocarlos y apreciarlos con definición los contornos.  Por falta de coordinación entre los dos ojos aparentemente, bizquea.  También por esta misma causa le es posible percibir la profundidad de campo a través de la perspectiva.

El desarrollo visual es rápido:  el niño de dos meses puede seguir con la vista un objeto en movimiento, y entre el tercer y cuarto mes reconoce el rostro de la madre.  Unas semanas más tarde se podrán distinguir en él algunas expresiones. 





El Oído:  Aun que el bebé no comprende las palabras, es conveniente hablarle desde los primeros días, puesto que la voz humana estimula su capacidad auditiva y su inteligencia.  El bebé de dos meses reacciona por primera vez, como mínimo cerrando los párpados en un movimiento reflejo, al percibir el sonido de una campanilla o de una simple palmada.  Uno o dos meses después empezará a buscar con la cabeza hacia el lugar de donde proviene el sonido.



El Olfato:  La actividad olfativa se inicia en el bebé en el mismo momento en que se despierta la respiración autónoma.





El Gusto:  La introducción de nuevos sabores en la alimentación del lactante contribuye a desarrollar el sentido del gusto.    Mediante el olfato y el gusto, al lado de otro estímulos, el bebé comienza a experimentar el placer.






El Tacto:  El lactante utiliza el sentido del tacto constantemente, para explorar y descubrir nuevas sensaciones.  El contacto físico y las caricias constituyen para él una fuente importante de placer y estimulan su completo desarrollo. 



LA ESTIMULACIÓN SENSORIAL Y EL DESARROLLO MOTOR

En el ser humano el desarrollo de los sentidos precede al desarrollo y perfeccionamiento de la locomoción.  La exagerada preocupación por evitar que el niño sufra pequeños daños o accidentes equivale muchas veces a privarle de experiencias valiosas para su evolución.

La motricidad es la suma de la maduración del sistema nervioso, la evolución sensorial  y la maduración muscular, potenciado todo ello por los estímulos exteriores. 

El Primer Mes:  La motricidad del recién nacido está gobernada por los movientos reflejos, entre los que destacan el
de succión y el de prensión.  No puede todavía sostener la cabeza, pero es capaz de orientar la boca, cerrar la mano al contacto con cualquier objeto y, no mucho tiempo después de iniciar un movimiento
 de marcha.

Hasta los Cuatro Meses:  Hacia los cuatro meses aparecen los primeros movimientos voluntarios con los que el bebé persigue conseguir un fin.

Según Piaget, la integración mano-boca es decisiva para que el niño pueda formar la imagen mental de su propio cuerpo y estimula su desarrollo intelectual.  En estos meses también la sonrisa, en relación con el rostro materno, que constituye  una avanzada e importante conquista psicomotriz.

Entre los Cuatro y Siete meses:  La influencia del ambiente en el proceso de apredizaje empieza a ser notable a partir de cuarto mes, favoreciendo un cambio importante en el mundo mental del niño. 











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